viernes, 20 de abril de 2012



El Bambú

         En un gran reino, al este de un lejano país, había un parque hermoso.
         A la hora de la siesta, el Amo solía pasear por él mirando las plantas, los árboles, los arbustos. Un noble Bambú era su  preferido. Año tras año crecía y se hacía cada vez más hermoso. El Bambú sabía que su Amo lo quería y que se deleita al verlo.
         Un buen día el Amo se acercó a su árbol predilecto. Este, con gran respeto y reverencia, inclinó su enorme copa hasta el suelo.
         El Amo se habló así: "Querido Bambú yo te necesito".
         Parecía haber llegado el gran día, aquel para el que fue creado el Bambú.
         Contestó suavemente: "Señor estoy dispuesto, úsame como quieras".
         La voz del Señor era grave: "Para poder usarte, debo podarte".
         "¿Podarme...?  a mí, que me has convertido en el árbol mas hermoso de tu jardín?...No, por favor ¡úsame para lo que necesites, pero no me podes!".
         La voz del Señor era cada vez más grave: "Mi querido Bambú, sin podarte, no puedo usarte".
         En el parque todo se detuvo, el viento dejó de soplar. Lentamente el Bambú inclinó su hermosa corona y susurró: "Señor, si no puedes usarme sin podar, entonces haz lo que sea necesario".
         "Mi querido Bambú, también tendré que sacarte todas tus ramas y tus hojas".
         Respondió: "Hay Señor, líbrame de ello. Destruye mi belleza, pero por favor, déjame mis ramas y mis hojas".
         Respondió el Señor: "Si no te las corto no podré usarte".

         El sol incendió su rostro. Una mariposa huyó asustada. Y el Bambú, temblando de emoción, dijo muy bajito: "Señor, córtalas".
         El Señor dijo: "Mi querido Bambú, aún debo hacerte algo más. Debo cortarte por el medio, y sacarte el corazón, sino hago esto no podré usarte".
         El Bambú se inclinó hasta el suelo y dijo: "Señor, corta y parte".
         Así fue como el Amo podó el Bambú, cortó sus ramas, sacó las hojas, lo partió por el medio y extrajo su corazón.
         Entonces lo llevó al lugar donde brotaba un manantial, en medio de los campos secos. Allí el Señor lo apoyó en el suelo, con mucho cuidado, a su querido Bambú. Un extremo del Bambú partido lo conectó con el manantial, y el otro extremo lo conectó al surco que recorre los campos.
         La fuente cantó una canción de bienvenida, y el agua cristalina corrió por los troncos hacia los surcos, recorriendo los campos resecos, que tanto la habían esperado. Luego se plantó el arroz. Pasaron los días, brotó la siembra y llegó el tiempo de la cosecha.
         Así fue que el Bambú se transformó en abundancia y bendición, pese a su debilidad y pequeñez.
         Cuando era grande y hermoso, creció para sí mismo y se alegraba de su belleza. Al ser cortada, se transformó en canal, que el Señor pudo usar para hacer fértil el Reino.


         El Señor de la Vida, ¿querrá hacer con nosotros lo mismo que con el Bambú?