miércoles, 16 de enero de 2013

 
EL ALPINISTA
"Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua inicio su travesía, después de años de preparación, pero quería la gloria para el solo, por lo tanto subió sin compañeros.

Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo decidido a llegar a la cima. Le oscureció, la noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada.

Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas eran cubiertas por las nubes.

Subiendo por un acantilado, a solo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires... caía a una velocidad vertiginosa, solo podía ver veloces manchas cada vez más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.

Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, pasaron por su mente todos sus gratos y no tan gratos momentos, de repente sintió un tirón tan fuerte que casi lo parte en dos... ¡SI!, como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.

En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más que gritar:

"AYUDAME DIOS MIO..."

De repente una voz grave y profunda de los cielos le contesto:

- "¿QUE QUIERES QUE HAGA HIJO MIO?"
- "Sálvame Dios mío"
- "¿REALMENTE CREES QUE TE PUEDA SALVAR?"
- "Por supuesto Señor"
- "ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE..."

Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y reflexionó...

Cuenta el equipo de rescate que al otro día encontraron colgado a un alpinista congelado, muerto, agarrado con fuerza, con las manos a una cuerda... A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO...




 

 
Tocaron a mi puerta
Tocaron a mi puerta. Y sentí ganas de abrir. Al principio no sabía de que se trataba... pero un calor dentro mío junto con una paz infinita me decía que ya era hora de abrir mi corazón a esa persona la cual estaba esperando ser atendida. ¡Y dije si! mucho no entendí ni todavía entiendo, pero ahí estabas mi Señor. Esperando que mi alma respondiera a tu llamado. Y me diste la gracia de responderte y entregarme para emprender juntos este camino al cual hoy me convocas.

Desde ese momento fue reconocer que caminaba ante Aquel que reconozco del Todo.

De eso se trata cuando Jesús toca a la puerta de cada uno, abrir nuestro corazón hacia El totalmente dispuestos a entregarnos por completo. Hay mucho de renuncia en esta entrega y cuesta sangre muchas veces. Pero este camino ¡VALE LA PENA! El seguirlo a Jesús me dio la felicidad que siempre esperé, que siempre buscó mi corazón. Y no importa lo que tenga que dejar o renunciar, el amor de EL está por delante de todo. Y se que El siempre está de mi mano aún sabiendo que vendrán tiempos de prueba, de soledad en mi oración. Con su amor todo tiene un sentido, un mirar diferente que me hará seguir adelante sin mirar hacia atrás.
Autor: Miranda Gómez Riera