martes, 7 de mayo de 2013

 

EL HALLAZGO
Dice Jesús: “El Reino: es semejante a un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo vuelve  a esconder y por la alegría que le da, va. Vende todo lo que tiene y compra aquel tesoro”
Piensa ¿Cuál es tu tesoro?
Yo poseo un tesoro que es lo qué más estimo en la vida. Revivo los hechos que me permitieron descubrirlo…
Pienso en la historia de mi vida desde que hallé dicho tesoro… lo que este ha hecho…lo que se ha significado para mí…
Me pongo frente a dicho tesoro (Dios, Jesucristo, una convicción, un valor, un ideal, una persona, una tarea, una misión…) y digo: “De todo cuanto poseo, tú eres lo que más quiero”.
Y veo lo que me ocurre cuando pronuncio estas palabras…
Pienso en lo mucho que con gusto haría…o daría... (tal vez hasta la propia vida) para conservar ese tesoro.
Y si no es así de importante, lo reconozco con tristeza… y espero que llegue un día en el que habré de hallar un tesoro por el que esté dispuest@ a renunciar a todo con absoluta alegría…
Yo soy un tesoro…
Algún día, en algún lugar, alguien me descubrió. No tendría yo conciencia de mi valor si alguien no me hubiera descubierto.
Recuerdo y revivo los detalles del hallazgo…
Soy un tesoro polifacético, había muchas cosas ocultas en mí que diferentes personas sacaron a la luz y me las revelaron.
Las examino todas ellas gozosamente… y recuerdo con agradecimiento a las personas que las desvelaron...
Por último, me pongo delante del Señor y, para mi sorpresa, descubro que Él me considera un tesoro… veo reflejadas en sus ojos las múltiples facetas hermosas que solo Él podría haber observado en mi… y descanso en el amor que Él me da…
¿Qué tal, lo hallaste o te hallo?


 

miércoles, 1 de mayo de 2013


 

EL VASO DE LECHE


Un día, un muchacho pobre que vendía mercancías de puerta en puerta para pagar su escuela, encontró que sólo le quedaba una simple moneda de diez centavos, y tenía hambre.
Decidió que pediría comida en la próxima casa.
Sin embargo, sus nervios lo traicionaron cuando una encantadora mujer joven le abrió la puerta. En lugar de comida pidió un vaso de agua.
Ella pensó que el joven parecía hambriento, así que le trajo un gran vaso de leche.
Él lo bebió despacio, y entonces le preguntó, “¿Cuánto le debo?
“No me debes nada,” contestó ella. “Mi madre siempre nos ha enseñado a jamás aceptar un pago por una caridad”.
Él dijo, “Entonces, te lo agradezco de todo corazón.”
Cuando Howard Kelly se fue de la casa, no sólo se sintió físicamente más fuerte, sino que también su fe en Dios y en los hombres era más fuerte.
Había estado listo a rendirse y dejar todo.
Años después esa joven mujer enfermó gravemente. Los doctores locales estaban confundidos y no encontraban la razón de su mal.
Finalmente la enviaron a la gran ciudad, donde llamaron a especialistas para estudiar su rara enfermedad.
Se llamó al Dr. Howard Kelly para consultarle.
Cuando oyó el nombre del pueblo de donde ella vino, una extraña luz llenó sus ojos.
Inmediatamente subió del vestíbulo del hospital a su cuarto. Vestido con su bata de doctor entró a verla. La reconoció en seguida.
Regresó al cuarto de observación determinado a hacer lo mejor para salvar su vida.
Desde ese día prestó atención especial al caso y después de una larga lucha, ganó la batalla.
Finalmente, el Dr. Kelly pidió a la oficina de administración del hospital que le enviaran la factura total de los gastos para aprobarla.
La revisó, escribió algo en el borde, y envió la factura al cuarto de la paciente.
Ella temía abrirla, porque sabía que le tomaría el resto de su vida para pagar todos los gastos… Pero al fin la abrió, y algo llamó su atención en el borde de la factura.
Leyó estas palabras… “Pagado por completo hace muchos años con un vaso de leche – (firmado) Dr. Howard Kelly”.
Lágrimas de alegría inundaron sus ojos y su feliz corazón oró así: “Gracias, Dios porque Tu Amor se ha manifestado en las manos y los corazones humanos.”