lunes, 24 de septiembre de 2012



VALE LA PENA

En una puesta de sol, un hombre iba caminando por una desierta playa.  Mientras andaba empezó a ver que, en la distancia, otro hombre se acercaba.  A medida que avanzaba, advirtió que era un nativo y que iba inclinándose para recoger algo que luego arrojaba al agua.  Una y otra vez arrojaba con fuerza esas cosas al océano.

Al aproximarse más, nuestro amigo observó que el hombre estaba recogiendo estrellas de mar que la marea había dejado en la playa y que, una por una, volvía a arrojar al agua.
Intrigado, el paseante se aproximó al hombre para saludarlo -Buenas tardes, amigo, venía preguntándome qué es lo que hace-.
Estoy devolviendo estrellas de mar al océano.  Ahora la marea está baja y ha dejado sobre la playa todas estas estrellas de mar.  Si yo no las devuelvo al mar, se morirán por falta de oxígeno.

-Ya entiendo -replicó mi amigo-, pero sobre esta playa debe haber miles de estrellas de mar.  Son demasiadas, simplemente.  Y lo más probable es que esto esté sucediendo en centenares de playas a lo largo de esta costa. ¿No se da cuenta de que es imposible que lo que usted puede hacer sea de verdad importante?

El nativo sonrió, se inclinó a recoger otra estrella de mar y, mientras volvía a arrojarla al mar, contestó: -¡Para ésta sí que es importante!

miércoles, 5 de septiembre de 2012



LA MARIPOSA

Un día, una pequeña abertura apareció en un capullo. Un hombre se sentó y observó a la mariposa por varias horas y cómo ella se esforzaba para que su cuerpo pasara a través de aquel pequeño espacio. Entonces parecía que se había dado por vencida pues no se veía ningún movimiento y no parecía hacer ningún progreso. Parecía que había hecho más de lo que podía y aun así no conseguía salir. Entonces el hombre decidió ayudarla.

Tomó una tijera y con ella corto el capullo para que la mariposa pudiese salir. La mariposa salió con una gran facilidad. Pero su cuerpo estaba atrofiado, muy pequeño y con las alas maltratadas. El hombre continuó observando a la mariposa porque esperaba que en cualquier momento sus alas se fortalecieran, se abrieran con fuerza y fueran capaces de soportar su peso afirmándose con el tiempo. Pero nada pasó.


En realidad, la mariposa pasó el resto de su vida arrastrándose con el cuerpo atrofiado y con las alas maltratadas y encogidas. Nunca fue capaz de volar. Lo que el hombre en su gentileza y deseo de ayudar, no comprendía era que el capullo apretado y el esfuerzo necesario para salir por el pequeño agujero era el modo en que Dios hacía que el fluido del cuerpo de la mariposa fuese hacía sus alas de modo que estuviera lista para volar una vez que hubiese salido del capullo.
 
Algunas veces es el esfuerzo lo que justamente necesitamos en nuestras vidas. Si Dios nos dejase pasar por la vida sin ningún esfuerzo, sin ningún obstáculo, nos dejaría "incapacitados", "discapacitados", "inválidos". No seríamos